jueves, 23 de septiembre de 2010

DE LO CIVIL A LO PENAL SIN PASAR POR LA CASILLA DE SALIDA Y SIN COBRAR…

   Todo comienza con un divorcio de mutuo acuerdo, ¡MUTUO ACUERDO? ya empezamos mal, una falacia que es el inicio de un montón de medidas judiciales, que hay que acatar, unos más que otros, todo dependerá del lado en el que se queden los hijos, auténticos proyectiles en la batalla que segundos después del acuerdo se entabla.


Uno, cinco, diez… años de convivencia reducidos a unos cuantos folios, denominados, sentencia de divorcio, en los que se exponen los derechos y obligaciones de ambos cónyuges, y todo ello orientado, se dice, a la protección y salvaguarda de los menores, fruto de dicha unión ya rota. Estas serian las reglas del juego, el problema es que el juego no siempre es el mismo aunque las reglas no varíen, y lo roto, roto queda, solo algunos pedazos pueden reagruparse para hacer un todo uniforme, pero quedan muchos de ellos en el aire, que jueces, abogados, psicólogos, profesionales periféricos, cogen al vuelo para tratar de hacer algo con ellos. Quien se queda con los niños conforma ya un todo que la ley va a contemplar con facilidad, es un conjunto fiable, pero, Y ¿el que se queda solo? él, es uno de esos trozos que puede avanzar en distintas direcciones pero al que jamás permitirán abandonar, y mucho menos reagruparse, sin él, él juego no tendría sentido. Queda aislado, su turno sin jugar se prolonga hasta lo indecible, y por contrapartida, lo convierten en el satélite de ese nuevo conjunto creado, sin otorgarle un lugar sobre el que descansar y acomodarse; la propia terminología judicial, lo denomina, “el pagador”, y es justo en este punto donde voy a entrar sobre la cuestión que me ocupa:

Las reglas a partir de aquí son, que quien tiene a los hijos tiene el derecho de recibir y el que se queda solo la obligación de dar, no es tan simple, pero la justicia, tiende a simplificar lo que ha de ampliarse y ampliar aquello que debiera reducirse, son tantos los que ha de alimentarse del mismo pan.

¿ Y cuando el que recibe, no quiere recibir ¿ Y cuando el que da no puede seguir dando?, las reglas del juego siguen siendo esas, pero el juego ahora ha cambiado, ¿puede uno en el mono poli comerse la ficha del contrario y contar 20?

La custodia compartida sería volver al juego inicial, y atender a las reglas que se ajustan a él, pero esta no es admitida en su conjunto, y conste que pienso que sería esta, la única manera de agrupar muchos de esos cachos en el aire.

En un sentencia de divorcio se exponen los derecho del custodio, porque ya se consideran implícitas en la acción de custodio sus obligaciones, ha de definirse pues, piensa la justicia, las obligaciones y derechos del no custodio, del “pagador” y es aquí, donde la cuestión económica que no es la parte más extensa del documento, pasa a ser sin embargo, (embargo palabra tenebrosa), la más resolutiva. Te comen y cuentan cuarenta, el tablero cambia, y las casillas ahora son parte integrante de un castigo implícito, en la búsqueda incesante de la justicia por un culpable sobre el que aplicar todo el peso de la ley; la unión familiar sigue estando y siendo un todo defendible, es la parte amputada, carente ya de movilidad, mermada en sus derechos, por no tener un cuerpo al que acogerse, sobre la que recaerá paso a paso dicha culpa.

Ya he apuntado antes que la custodia compartida, seria la forma de resolver todas las cuestiones que de un divorcio deviene ajustándose a las reglas del juego original, la igualdad entre las partes divididas, igualdad en derechos, igualdad en obligaciones. De la misma manera que la ley contempla el no desamparo de los hijos y se busca un sin fin de caminos para evitar que eso ocurra, ha obviado sin embargo el camino más corto, aquel que obliga, y es obligación inherente en el termino paternidad, no una elección, ha ocuparse y procurar el bien estar de los hijos. No se trata de un premio, de un derecho adquirido, de una deferencia, es un deber de “estado”, y es el estado quien debe velar por su cumplimiento.

No voy a ahondar aquí en las cuestiones bien sean socioculturales, económicas o de cualquier otra índole, que hacen que se ignore esta obligación por parte de todos los organismos del estado, pero es este a mi modo de ver, el origen del problema.

Cuando se merma una obligación, se merman también todos los derechos que manan de la misma, y ¿Qué hace la ley para paliar este quebranto? Divaga y acuña términos: custodio, no custodio, pensión alimenticia, abandono de familia; casillas que nos impiden volver a la casilla de salida, ya no se trata de contar ahora pasamos directamente al jaque mate. Porque el que recibe no quiere recibir, se niega en la mayoría de los casos a aceptar una custodia compartida, que sería sin duda ejercer ese derecho que nace de la obligación; y el que da, o no quiere dar ( es un tanto contradictorio, hacer obligación de lo que sí es una elección: confiar en alguien de quien se ha separado), o no puede seguir dando . Al no custodio, el pagador, para entendernos, se lo conmina a cumplir a ciegas, un deber mermado en sus orígenes. Y el custodio, el que se queda con los hijos, recibe de golpe todos los derechos que surgen de esa obligación cercenada. La ley, la justicia, el estado, parece no querer darse cuenta de este hecho tan simple, e involucra a las dos partes de un todo, contemplado en los hijos, en un juego sucio donde todo vale.

No hay ganadores, aunque, a veces lo parezca, porque ambas partes reciben el peso de un deber que no se está cumpliendo.

Parece una cuestión meramente semántica, y quizá lo sea, el progenitor custodio, tiene la opción de decidir lo que quiere recibir, no lo que debiera recibir, que es un trato igualitario frente al otro, y ahí surge el conflicto, cada mas el otro, quiere todo el deber, no solo parte del mismo, y este es el principio de un juego, que sigue alimentándose de las mismas reglas, pero que hoy por hoy ni siquiera tiene tablero.

Si antes hablabamos de los trozos que quedan en el aire, tras una ruptura matrimonial , es el momento de hablar de lo que la ley hace con ese deber no cumplido: mas trozos en el aire, reagruparlos en un todo denominado, sentencia de divorcio, un solo acuerdo, para un sinfín de desacuerdos.

El cónyuge no custodio, el progenitor al que liberan de parte de su deber, se convierte de pronto en lo fundamental el “Pagador”, y como el propio termino indica, a pagar toca.

Una pensión por manutención alimenticia, es la pistola con la que se dispararan los proyectiles de los que hablábamos al inicio de este articulo, no pagar es sinónimo de tocado y hundido. Una vez más el juego a cambiado y de nuevo las reglas siguen siendo las mismas. El pagador que adeuda, es decir aquel que no paga la pensión alimenticia, no solo contrae una deuda que debe liquidar, además comete un delito tipificado en el código penal como abandono de familia, pero, ¿ Cómo se puede abandonar aquello que le ha sido arrebatado? A partir de este momento su única defensa, es seguir pagando, porque si bien el tratamiento que se le da es el mismo que a cualquier delincuente y no digo yo que no lo sea, los recursos con los que cuenta para su defensa no son los mismos, nada le exime y no puede contar con atenuantes. Cada juicio es una condena segura, y cada condena una cadena perpetua solapada. De lo civil a lo penal sin pasar por la casilla de salida, y sin cobrar las 20.000 pesetas ¿Era ese el juego del principio?

El Cesar se siente a gusto otorgando todos los deberes y derechos a una de las partes de ese todo separado, y hoy, no es casualidad, generalmente esa parte la conforma la mujer; el Cesar nos confunde con su magnificencia, haciéndonos creer que nos está beneficiando, pero, es un yugo mas entre los muchos yugos, que todavía nos oprimen. No aceptar, diría más, no exigir la custodia compartida, está muy lejos de ser una victoria para la mujer, es más bien, un paso a tras, un reafirmarse en ese rol que tanto nos había costado abandonar. Es en definitiva, una victoria del Cesar.

A.M.G

lunes, 20 de septiembre de 2010

Los malos humos


   Bien, mi comentario de hoy va dirigido a los sufridos abstemios, a los que no beben, ni fuman, limpios y puros, pero, ¿donde os metéis? Cuando la ley del alcohol en Estados Unidos, los garitos prohibidos estaban llenos, y en los bares legales se vendía alcohol de extranjis, ¿a quién, si se supone que siempre habéis sido la mayoría? Ahora con la ley antitabaco, los locales públicos se saltan la ley para no quedarse sin clientes, ¿Qué pasa, que no salís, también os abstenéis de divertiros?
Estas palabras son un recurso fácil, lo sé, puede que incluso hasta ofensivas, aunque no por ello alejadas de la realidad. Lo que no resulta nada fácil, es entender y sobre todo, respetar esta cultura de lo prohibido, que nos invade día a día, nutriéndose de políticas restrictivas y posturas intolerantes, disfrazadas de salud pública.

Nuestras libertades están siendo recortadas, poco a poco pero sin pausa, y el despotismo de siglos pasados, parece resurgir de sus cenizas, con fuerzas renovadas. Desde los poderes públicos, se ha abandonado el discurso de la sugerencia y la información, para alojarse con firmeza, utilizando los enfrentamientos sociales, en la orden y el mandato legal. El ciudadano de hoy ya no es mayor de edad, y el estado vela por sus intereses cercando su campo de acción.
Zanjar esta polémica, de tabaco si, tabaco no, sería tan sencillo como permitirnos aplicar las mínimas reglas de urbanidad en las que ya estamos bien asentados. No fumar en lugares de libre acceso para cualquiera como un autobús, la cola del paro… es algo que no nos costó ningún trabajo aceptar, que no acatar, es entendible, y respetable, es, cívico.
Pero ¿por que prohibírseme fumar en un lugar donde el dueño del mismo si me lo permite y así lo advierte a los demás? Entrar o no en ese lugar es una decisión individual, evitar que ese lugar exista es una imposición y una muestra ostentosa de intolerancia. No hay que olvidar que el tabaco es un producto a la venta, del que el mismo estado obtiene pingües beneficios.

El cesar nos quiere controlados y adiestrados y parece estar lográndolo, con pequeñas batallas como esta; en forma de cigarrillo, se nos dice: puedo decirte no solo lo que no debes hacer, sino lo que no puedes hacer, y conseguir que no lo hagas, con el beneplácito de los demás. Pero, los demás, que en algún momento siempre somos todos, contamos para muy poco, ¿Un espacio sin humos? ¿Qué hacemos entonces, con el humo de los coches, la contaminación de los ríos, el vertido continuado de residuos tóxicos a nuestros mares y un largo etcétera de situaciones gravísimas de las que siendo todos artífices, no somos beneficiarios? si lo son en cambio, los poderes económicos, que ven aumentados año tras año sus dividendos a costa de... ¿Estos errores de cálculo?

Claro que queremos un ambiente mucho más saludable, y que nuestro hijos respiren un aire sano y limpio. Claro que no queremos dañar a los demás, sean o no estos mayoría, pero cuando el poder se disfraza de nosotros, debemos revelarnos aunque ello vaya en contra nuestra.

A.M.G

viernes, 17 de septiembre de 2010

CONTRA EL MALTRATADOR… DIPLOMACIA


   El conflicto con Marruecos, ha destapado una realidad que parecía aletargada en la tierra de nadie, que separa las fronteras. La pugna esta mas bien entre Francia y España y su trasfondo es meramente económico. Podríamos enfocarlo por ahí, y hablar sobre las multinacionales francesas y españolas que se asientan, cada vez en mayor número, en Marruecos, participando de la explotación humana, y del expolio de sus riquezas, con el beneplácito, del rey marroquí; digamos que se parece a una subasta y Mohamed VI, es quien la dirige. El mazo aun no ha golpeado la madera y la subasta sigue abierta; mientras la población se muere de hambre, hay quienes negocian esa miseria para enriquecerse y los usureros no están solo dentro de Marruecos, el colonialismo solapado, que ejercen sobre este país Francia y España (España lo ejerce más abiertamente, no nos olvidemos de Ceuta y Melilla) merma seriamente las posibilidades de evolución de esta nación, que sometida a un reinado bien alimentado por estas potencias europeas, se ve incapaz de dirigir su destino. Es una cuestión de negocios y el patriotismo que enarbola ahora la derecha de Rajoy o la serenidad que reclama, la izquierda del gobierno de Zapatero no es otra cosa que un juego de intereses.
Si, este sería un buen enfoque y seguro que daría mucho de sí, pero hoy, prefiero irme por los derroteros de lo humano, y atender a lo que dentro de esa realidad subyace:
Marruecos, un país inmerso en una cultura totalmente distinta a cualquiera que podamos encontrar en Europa, un país musulmán que se rige por leyes arcaicas y caducas, y cuyo leitmotiv es la desigualdad y el maltrato continuado.
Es un país hermoso y sus gentes son amables y cercanas, pero, el analfabetismo, el alto grado de jerarquización, tanto en el plano estatal como en el familiar circunscrito en el patriarcado, la pobreza, y el escaso grado de oportunidades, lo convierte en el perfecto caldo de cultivo para el extremismo islámico.
Marruecos, un país, en el que los derechos de la mujer son atropellados a diario con el consentimiento expreso del estado que lo rige; un dato miles de niñas comienzan su vida laboral como empleadas domesticas, a los cinco años, si bien, las leyes de este país, prohíben trabajar a los menores de 15 años, el incumplimiento es común y la permisividad frente a este quebrantamiento de la ley evidente.
En definitiva, Marruecos, un país y una monarquía más próxima a las practicas feudales, que a los estándares democráticos.

El Cesar no parce agusto, las cotradiciones lo delatan.

A.M.G


martes, 14 de septiembre de 2010